Prueba Contundente.
(ANECDOTA)
Por ahí por 1965 o 1966, me encontraba desempeñando una comisión oficial en la ciudad de Hermosillo, Capital del Estado de Sonora.
Son tantos los buenos recuerdos que tengo de Hermosillo y en general de Sonora, que empatan en número con los que tengo de los sonorenses. ¡Ah qué gente!
Ellos, junto con los de las dos grandes penínsulas de la nación, la de Yucatán y Baja California, pésele a quien le pese, “se cuecen aparte” (discúlpenme por el uso de frases coloquiales, pero en muchas ocasiones son las de más contenido y elocuencia)
Y, a propósito de cocimiento, sí se cuece uno, sobre todo si a las dos de una tarde de agosto, se te ocurre subir a pie el Cerro de la Campana para disfrutar la vista panorámica de la ciudad. (Ni siquiera un turista gringo se atreve)
¿Saben algo? En aquel tiempo se elaboraron y disfrutaron los mejores tacos de cabeza de res, del mundo: bocado casi celestial, para no decir regio o de cardenal.
El exquisito bocado culinario y gastronómico se debió a un indio yaqui, ya de cierta edad en aquel tiempo, a quien apodaban “El Chamarula” que por las tardes, al terminar su venta, se iba zigzagueando por la calle de Comonfort empujando el pesado carro que constituía su puesto de tacos, en completo estado de embriaguez. Y es, que, los que conocíamos el secreto para no hacer “cola”, le llevábamos de obsequio una cerveza “tipo lager” (ligera) de la marca High Life, cuya fábrica estaba precisamente a media cuadra, en Dr. Hoeffer y Comonfort y que desapareció por obra y gracia de uno de los dos voraces monopolios cerveceros que existen en México.
Aquí “entre nos” les diré que lo de Tipo Lager (hablábamos de cerveza) el secreto que tiene es lo barato que resulta su elaboración debido a la poca cantidad de materia prima empleada, lo que trae como resultado una baja densidad y una baja graduación alcohólica. Pero ya hablaremos de cerveza en otra ocasión.
No he vuelto a encontrar otro personaje tan simpático como aquel taquero a quien todos estimábamos mucho.
Cuando por la mañana le tocaba “hacer cola” al mismo Presidente Municipal, la “raza” le gritaba ¡Chamarula atiéndelo, es el Presidente! Y el contestaba ¡Alo madre! ¡Hasta que le toque! Y todos nos reíamos con muchas ganas ante la increíble simpatía de este “amigo” (El llamaba “amigo” a todos)
Cuando tardaba uno un poco, los tacos se acababan. Entonces, quedaban dos opciones: una, caminar dos cuadras cortas y comer tacos de caguama con el taquero que colocaba su “carrito” a la puerta del pequeño hotel “Kino” y la otra ir al centro (también cercano) y comer tacos de “chilorio”(carne molida adobada) que vendía una anciana a las puertas de la entonces Oficina Federal de Hacienda.
Ahora dejemos descansar los recuerdos y vayamos con lo nuestro. El Ayuntamiento en aquel tiempo era panista. El Gobernador aunque no estoy muy seguro, parece que era Luís Encinas Johnson.
Como sigue sucediendo en la actualidad, cuando la Presidencia Municipal de la capital de estado está a cargo de un miembro de partido político opuesto a aquel al que pertenece el Gobernador, el alcalde, panista, era hostigado con frecuencia por el gobernador priísta.
Alguien convenció a la policía municipal para que se declarasen en huelga (parte del hostigamiento de que hablamos), aun cuando las normas establecían la exclusión del cuerpo policiaco, de este derecho laboral.
El pretexto fue el aumento de sueldo y los elementos policíacos se instalaron a la entrada del edificio municipal, portando algunos de ellos cartelones con consignas.
El sonorense, es en general bromista y bullanguero y cuando pasaba en su automóvil cerca del grupo “huelguista” llamándolos a veces por su nombre, les gritaba cosas que hasta a ellos los hacía reír, porque, a estos hijos de Sonora, les es difícil disgustarse.
Por mi parte, me puse a recorrer la ciudad por toda la Av. Serdán hasta el Periférico y después de regreso. Ya en ese entonces eran bastantes los semáforos y señales de tránsito.
Durante todo el tiempo que estuve circulando no vi que alguien se pasara un alto o hiciera alguna maniobra vial no permitida. La ausencia de policía en los cruceros (la policía era simultáneamente de tránsito y preventiva) se notaba porque no se escuchaba el sonido del silbato.
Daba gusto ver el orden y la moderación que guardaban los automovilistas.
Al otro día los periódicos locales destacaron el buen comportamiento ciudadano, así como que no hubo hechos violentos ni delitos durante la ausencia total de vigilancia policíaca.
Las autoridades municipales ignoraron completamente a los guardianes en huelga.
El segundo día transcurrió en las mismas condiciones y al temer los policías que se fuera a prescindir de ellos definitivamente, optaron por disculparse ante sus superiores y reanudar su labor. Si no mal recuerdo, cuando reiniciaron su trabajo, también reiniciaron los problemas viales y los hechos delictuosos. ¡Bueno! Pudo haber sido coincidencia
Ese, mexicanos, es el problema actual, “la seguridad”. Ahora estamos por aquí en el altiplano de la República, recordando aquellos buenos tiempos en la tierra del Mocho Obregón (que así lo nombran allá), eliminador de las grandes figuras de la revolución.
Adolfo de la Huerta, ilustre político y revolucionario, además de cantante profesional.
Abelardo Rodríguez, revolucionario y brillante financiero fundador precisamente de la Nacional Financiera
Plutarco Elías Calles, Estadista, come curas y fundador del Banco de México y del PNR, PRM o PRI.
Nacidos en: Huatabampo, Hermosillo, Guaymas y Guaymas otra vez, respectivamente.
Los cuatro, sonorenses, y, ex Presidentes de México.
Si los Presidentes que estuvieron después de Cárdenas, se hubieran parecido aunque sea un poco a de la Huerta, Rodríguez y Calles, otro gallo nos cantara.
¿Pero de que subplaneta habrán venido rateros, genocidas e ineptos a castigar al noble pueblo mexicano, pretendiendo infructuosamente gobernarlo? ¿No será que la delincuencia los ha tomado y los sigue tomando como patrones?
No sería de dudarse. Hay mucho de donde imitar. Nuestras “autoridades” han nacido, crecido y vivido con la creencia de que el terror, la violencia, la matanza y en general la desaparición física de los ciudadanos que no encajan en su maleta, además de la humillación, la prepotencia y el mal trato, es la forma de gobernar “con mano dura para que no se me salgan del huacal” ¡Qué le parece!
Han acuñado frases para la Real Academia Española como: “Denle un buen susto” (Esto significa para los serviles verdugos… que maten) Pero la autoridad lo disfraza para después poder lavarse las manos y decir “se les pasó la mano”
“Ya me tiene (n) hasta la madre”. “Se los dejo a su criterio”
El pueblo aprende: “Págales a unos judiciales para que le den una madriza” (remedio muy popular entre los mexicanos que por fortuna casi siempre queda en boconada)
“Rómpanles la madre”..... “Ya oyeron lo que ordena “el señor”…”El señor” así llaman los ridículos y serviles guaruras que padece este país, al que los manda a comprar tortas y se protege con ellos para que “no lo rapten” y los manda por los niños a la escuela.
Muy a propósito de lo que se debe hacer, cuando se es hombre, recuerdo algo que leí del escritor y periodista, tabacómano y cafetómano, Roberto Blanco Moheno: Nos cuenta que aquel que fue cineasta, productor, director, actor principal de sus propias películas y posiblemente quien vendiera en la taquilla los boletos, pero ante todo, brillante fabricante de churros, el famoso cubano Juan Orol, en una ocasión, cuando su esposa era la muy guapa (como todas sus mujeres) Rosa Carmina, ésta recibió una carta nada menos que del mafioso cacique poblano Maximino Avila Camacho, entonces seguramente Gobernador de aquella entidad, citando a la dama a determinada hora de día determinado.
Juan Orol se concretó a esperar el día y hora de concertación de la cita y con pistola al cinto, sin guaruras y la carta, se apersonó con Maximino preguntándole qué se le ofrecía con la Sra. Rosa Carmina, ya que él era el esposo. El temido cacique parece que se encogió de hombros y en ese momento dio fin al acoso. Esa es la historia que pude redactar, más o menos, con lo que recuerdo haber leído. Los detalles se los pueden preguntar a Blanco Moheno.
¿Crees tú, amable lector, que este cubano creador de la cinta cinematográfica “Charros contra Gansters” pueda compararse en su actitud -que ya relatamos- con los júnior maricones, “artistas” y políticos que andan para arriba y abajo con este lastre? (los guaruras).
Por cierto que hay que abonarle a Víctor Cervera Pacheco y a López Obrador (con seguridad habrá muchos otros) el hecho de que siempre se han movido sin estas lampreas.
Habiéndome desviado de nueva cuenta del tema de seguridad, retomémoslo.
La “prueba contundente” a que se refiere el título de este texto, es el comportamiento ciudadano ejemplar -con ausencia total de policía- que les relaté haber vivido en Hermosillo, Son. Lo que quiere decir que quienes delinquen o protegen a los delincuentes, son los policías.
Añoramos a los zorreros, los carteristas, los paqueros y aun a los chineros tan violentos, pero que no matan. Ahora resultan blancas palomas estos criminales junto a los despiadados asaltantes, violadores y secuestradores que asesinan sin piedad a toda clase de seres humanos, incluidos niños y mujeres. Este terrible encono contra la sociedad, que siempre ha existido por las abismales distancias entre ricos y miserables no llevaba al asesinato, la tortura y la mutilación más que en contadas ocasiones.
Ahora, a ese rencor contra la sociedad, se suma el efecto de las drogas heroicas (no les veo lo heroico), que día a día proliferan gracias a la protección policíaca de que gozan los malditos narcotraficantes. ¿Por qué no publica la Secretaría de la Función Pública las declaraciones patrimoniales de los funcionarios de las Procuradurías y de los policías adscritos?
Ahora se mata a los secuestrados porque la policía tiene ficha donde puede ser identificado. (¡Que poca! ¿Verdad?)
No es cierto que vaya a haber lucha contra el hampa. ¿Por qué? Porque gran parte de la policía está mezclada con el hampa.
Si Marcelo Ebrard acuartela los fines de semana a los treinta y cinco mil policías a su cargo, la tranquilidad reinará en la ciudad de México. Podría resultar otra “prueba contundente”, sí, de que la policía es “la del boleto”
Esto no quiere decir que no existan miles de policías honestos, pero no están escogidos y allí está el problema.
Si la honestidad no existe en la cúpula, no habrá poder humano capaz de batir a la delincuencia.
Dzunum
2004